en el atrio del templo apareció,
y todos a su paso se inclinaron,
menos yo.
Como embajador de alegres mariposas,
volaron los elogios en redro:
un homenaje le rindieron todos,
menos yo.
y tranquilo después, indiferente,
a su morada cada cual volvió,
e indiferentes viven y tranquilos
¡ay! todos, menos yo.
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